Eran dos amigos inseparables. Se conocían desde niños y mantenían lazos indestructibles de amistad y de cariño.


Cierto día conocieron a la vez a una bailarina. ¡Qué mujer aquella! No era tan solo amable, sino que era bellísima y cautivadora. Nunca habían visto unos ojos tan expresivos y del más llamativo color ámbar como los de aquella mujer. Había llegado con una caravana. Cuando los amigos la vieron girar ante ellos con la flexibilidad de un lirio y la energía de un torrente, se enamoraron al punto de esa joven fascinante. Los dos la amaban y estaban encantados con la joven. Ella se daba a ambos con la misma ternura y pasión. Transcurrieron las semanas y uno de los dos amigos le dijo un día al otro:
-Vivo atormentado por la idea de que podamos quedamos sin ella algún día.
-Antes o después, todos nos quedamos sin todo lo que tenemos -repuso con ecuanimidad el otro amigo.

Pasaron los meses. Los amigos mantenían una relación perfecta con la sugestiva bailarina. A los amaneceres iban sucediendo los atardeceres. En una luminosa mañana estival la mujer les dijo a los jóvenes que había recibido un telegrama anunciándole que tenía trabajo de bailarina en otro país y que debía partir para poder seguir bailando para otras gentes. Se fundió en un abrazo de despedida cálido y entrañable con los jóvenes enamorados. Tras la despedida, la bailarina partió.
Entonces uno de los amigos dijo:
-¿Te das cuenta? Vivía atormentado porque un día podíamos perderla y así ha sido. Ahora estoy verdaderamente desolado. ¿Qué sentido tiene mi vida? No, no podré seguir viviendo sin ella. ¿ Y tú, cómo te sientes?
El amigo repuso con ecuanimidad:
-¿Yo? Fenomenal; muy bien.
-Pero ¿cómo es posible? Acabas de perder a una mUjer maravillosa.
-Razona un poco conmigo. Antes de que ella apareciera en mi vida, yo me sentía muy bien. Ella fue como un precioso regalo del destino. Vino y la disfruté intensamente, en cada instante. Mientras estuvo aquí, ni un momento, ni uno solo, dejé de sentirla y vivirla en lo más profundo de mí. Ella ha partido y yo vuelo a estar como estaba antes de que viniera, o sea, muy bien. Bien me encontraba antes de que llegara, bien mientras ella estaba aquí, y bien estoy ahora que se ha ido. Si estoy bien conmigo mismo, ¿podría ser de otro modo? El destino me la trajo; el destino se la llevó. Me siento muy bien.

Del libro “Los mejores cuentos espirituales de oriente” de Ramiro Calle 

Fuente: Grupo renacer

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